Vuelvo a casa y en el lugar en el que dentro de unas semanas estará el belén hoy hay tres calabazas…
Para mí Halloween era cuando a E.T. le ponen una sábana encima… Ahora mis amigos llevan a sus hijos disfrazados de brujitas y esqueletitos al colegio y muchos tenemos la sensación de que Hollywood nos ha robado un festivo.
Sin embargo, lo que ha pasado en realidad es que en cierto modo nos lo han «devuelto», porque se trata de una de las fiestas más universales y antiguas que existen y, por supuesto, no la inventaron los americanos… Todo esto ya lo hacían nuestros ‘decabuelos’ hace 3.000 años.
La cosa empieza con los celtas, pueblo que vivió durante la Edad de Hierro (1.200 al 400 a.C.) por casi toda Europa (Península, Francia, Alemania, Islas Británicas, etc).
Nuestros antepasados de entonces celebraban su Año Nuevo, más o menos, en mitad del paso del otoño al invierno, porque coincidía con el final de las principales cosechas. Es decir, acabado el trabajo y con la despensa llena, se pegaban un buen fiestorro antes de encerrarse para el invierno con su «peli rupestre y mantita de oso».
Esta fiesta era llamada Samhain (Fin del Verano), duraba varios días y se hacían rituales para recordar e invitar a la celebración a los que ya no estaban, como poner platos de sobra, sillas vacías o comida en las puertas. Los niños, disfrazados para evitar ser reconocidos por los espíritus malignos, iban por las casas recogiendo las ofrendas (animales, comida, etc) y se lo llevaban todo al druida o sacerdote. Este mataba los bichos (y ya puestos, algunas personas elegidas), se pegaba un viaje por el más allá y montaba un grupo de WhatsApp con toda la peña de un lado y otro para ponerse al día con los seres queridos. Como todo esto se hacía de noche, vaciaban nabos y les ponían una vela dentro para poder llevar algo en la mano con lo que alumbrarse.
Los romanos, que también tenían sus fiestas de la cosecha, le dieron una vuelta a la idea (con sus dioses y tal) y le quitaron un poco de sangre.
Después llegaron los cristianos, que celebraban su día de honrar a todos los difuntos en mayo, hasta que el Papa Gregorio III (año 741) cambia la festividad a la fecha original celta del 1 de noviembre y su noche de vigilia, de donde acabará recibiendo el nombre de «All Hallow’s Eve» o, traducido, víspera de Todos los Santos. La idea era que la fiesta cristiana reemplazarse a la pagana, como así fue.
Mientras, en México también tenían varios días de este tipo en su año de 18 meses y cuando llegaron los españoles integraron las tradiciones locales a la fecha del 1 de noviembre, convirtiendo el festival en una de las celebraciones más importantes del mundo.
Por su parte, el rito original celta, ya sin sacrificios, con los niños disfrazados recogiendo dulces en las casas y con leyendas populares como la de «Jack o’ lantern», llegó a Norteamérica a través de los colonos irlandeses y, en un año que hubo un excedente de calabazas, estas se emplearon para hacer las linternas, en lugar de los nabos.
En resumen, Halloween, el Día de todos los Santos, el Día de los Difuntos o el Día de los Muertos, solo son formas diferentes de nombrar a la que posiblemente sea la fiesta más antigua y universal de la humanidad,
Y tanto la fecha, como eso de que los niños vayan por las casas trincando merienda, ya lo hacíamos aquí miles de años antes de Scooby Doo y de Stranger Things.
Así que tampoco te preocupes mucho si hoy tardas una hora en quitarte todo el maquillaje de anoche, hace 3000 años te habrías ido a la cama con la cara llena de sangre de vaca, o de tu vecino…