El sentimiento de Jackson Pollock hacia Pablo Picasso viajó desde la admiración hasta la rivalidad artística y el deseo de superarle, y ambos se confrontan desde hoy en el Museo Picasso de Málaga con la exposición del «Mural» del estadounidense por primera, y probablemente última vez, en España.
La millonaria mecenas Peggy Guggenheim encargó en 1943 a un entonces desconocido Pollock una obra para decorar el vestíbulo de su casa de Manhattan, y el resultado fue este lienzo de lino de seis metros de ancho y poco menos de dos metros y medio de alto, que, tras ser restaurado durante 18 meses en el Instituto Getty de Los Ángeles, ha pasado por Venecia y Berlín antes de llegar a Málaga.
En una carta del 29 de julio de 1943 expuesta en el Museo Picasso, Pollock le anunciaba el encargo a su hermano Charles y le contaba cómo, cuando se ponía ante el lienzo aún en blanco, ya sentía «que sería algo emocionante», como ha explicado en un recorrido por la exposición su comisario, David Anfam.
A principios de noviembre de ese año quedó instalado el cuadro en ese vestíbulo alargado y estrecho que hacía que los visitantes a la casa «no pudieran alejarse y se sintieran inmersos en la obra».
Para Anfam, no cabe duda de que Pollock sentía «fascinación» por el «Guernica», obra con la que se ha relacionado su «Mural», y también había una vinculación en que, como Picasso, el estadounidense tenía «cierta tendencia hacia el comunismo» y en esa obra se sentía «atraído por su lado antifascista y por el reflejo de los horrores de la guerra».
Pero, además de admiración, había un deseo de superar a Picasso, y se cuenta que, en alguna ocasión, cuando Pollock creía haber alcanzado un hallazgo artístico, gritó malhumorado: «Ese hijo de puta ya había llegado», en alusión al malagueño.
Sobre las diferencias entre ambos, el comisario las resume en que «uno era español y el otro americano; uno vivió muchos años y otro murió de manera prematura en un accidente de coche; uno es el mayor artista de la primera mitad del siglo XX, y el otro, de la segunda; Pollock era alcohólico y Picasso, no».
Y añade: «Pollock era como una tortuga, con un arte más continuista, y Picasso era como una liebre que se mueve muy rápidamente en distintas direcciones».
La buena calidad del lino belga que sirvió como soporte, seguramente pagado por Peggy Guggenheim en unos momentos en que Pollock no podía permitírselo, ha posibilitado una buena conservación de la obra, que sin embargo había ido acumulando una capa de suciedad que había apagado sus colores.
La restauración ha retirado esta capa, así como dos tratamientos anteriores, para volver a su estado original, en lo que ha sido un renacimiento de sus potentes colores, como los rojos intensos, el amarillo ácido o los rosas.
Junto al «Mural» se podrán ver hasta el 11 de septiembre en Málaga otras 41 obras del propio Pollock y de otros autores como Adolph Gottlieb, Lee Krasner -esposa del artista-, Roberto Matta, Robert Motherwell, David Reed, Antonio Saura, Charles Seliger, David Smith, Frederick Sommer, Juan Uslé y Andy Warhol.
Bernard Ruiz-Picasso, nieto del artista y presidente del Consejo Ejecutivo del Museo Picasso de Málaga, cree que exposiciones como ésta son «la razón de la existencia» de la pinacoteca, «al poder ver en las salas de la colección permanente obras de Picasso y, al mismo tiempo, parte de lo que fue la creación artística del siglo XX».
«Cuando Picasso hacía su trabajo, daba elementos que alimentaban la creación de otros artistas, y Pollock los utilizó varias veces», ha añadido Bernard.