Muy alta y muy delgada, a veces me pareces preciosa y, a veces, simple. Incluso hortera, pintada como una puerta, como vas siempre. Seguro que desnuda, al natural, reluces. Supongo que es para hacerte la dura, aunque en realidad no lo seas.
Tiesa, eso si, más que nadie. Estirada como un palo. Menos cuando me das la espalda y te vas lejos. Entonces te contoneas de punta a punta, como si no quisieras volver nunca. Y lo cierto es que nunca vuelves. Parece que hayas nacido para escapar de cualquiera…
Solo te dejas querer cuando te agarro fuerte. Ahí, hasta pareces buena. Suave. Por eso siempre consigues engañarme y que me vuelva a confiar. Y, entonces, me la juegas de nuevo. Cómo eres ¿Qué voy a hacer contigo?…
Vale que nos hemos conocido hace poco, quizá demasiado tarde, pero me has hecho perder la cabeza. Hablo continuamente de ti. Algunos te conocen bien, otros no te han visto en su vida y todos me dicen que tenga paciencia, que intente cosas nuevas, que pruebe con otras…
Pero a ti te da igual. Te ríes de los débiles y destrozas a los fuertes. Le has roto el alma y el cuerpo a tantos que, para ti, mis intentos no son más que un simple juego. Hoy no y mañana tampoco. Las cosas tienen que ser siempre a tu manera. Eres así de cruel y no te importa hacer mucho daño. Son tus reglas…
Y caprichosa, como todas las de tu calaña. Sois todas iguales. Al primer cambio de aires, hacéis lo que os da la gana y que valgan una mierda los esfuerzos de quién os lo da todo…
Empiezo a pensar que tú y yo solo nos entenderemos cuando dejes de importarme, cuando no me obsesione contigo. Cuando te trate mal. Entonces, quizá, me des esas alegrías que por ahora me niegas…
Pero te digo lo mismo que te dije el día que nos conocimos: soy un maestro de los comienzos difíciles y los finales lejanos. Es la ventaja de que ya me veas cómo un viejo, que yo no tengo prisa por entenderte…
Pero mira que eres puta y, sin embargo…
TE QUIERO