En la madrugada del sábado al domingo todos los españoles hacemos una de las pocas cosas en las que tenemos la obligación de ponernos de acuerdo: adelantar el reloj. Comienza el horario de verano, pero ¿sabes cuáles son las razones que están detrás de esta acción?
La razón fundamental es el ahorro energético, puesto que al quitar una hora a la noche y dársela al día, provoca lógicamente el aprovechamiento de más horas de luz. Este cambio hace posible que ahorremos en torno a un 5% del consumo. Estamos hablando de unos 300 millones de euros, la mayoría de ellos de la industria y los servicios.
La historia viene de muy atrás, concretamente de Benjamin Franklin que, siendo embajador de Estados Unidos en Francia se dio cuenta de que amanecía realmente temprano y pensó que un cambio horario podría repercutir en un ahorro importante. Más adelante, en la I Guerra Mundial, Alemania instauró este sistema para ahorrar carbón que luego sería utilizado como combustible bélico. El resto de los países entendieron que era útil y se apuntaron al cambio.
Parece que el sistema viene muy asociado a las épocas de crisis, puesto que los Estados Unidos también realizaron lo propio durante la II Guerra Mundial, siempre pensando en no gastar sus recursos y guardarlos para un futuro impredecible.
Detractores del cambio
Por supuesto, la teoría tiene muchos detractores. Hay gente que asegura que, tras la aparición, por ejemplo de los aires acondicionados, no tiene tanto sentido puesto que el calor sigue siendo el mismo y la gente lo tiene encendido en cualquier horario. También influye negativamente en los relojes biológicos de los ciudadanos produciendo una especie de «jet-lag». Esto se traduce en estrés que a su vez se traduce en una bajada de la productividad.
En nuestro país, desde 1981 se aplicó la directiva y desde 2001 se estableció el cambio como indefinido, así que, hasta que no cambie, nos quedan muchos años por delante de darle cuerda al reloj.