Cuando Archie Manning veía jugar en su jardín a sus hijos, Payton (el mayor) y Eli, era difícil imaginar hasta donde podrían llegar aquellos dos niños a los que se les infiltraban los mejores valores del deporte en vena en cada día de juego. Así lo vivía su padre, y así lo aprendieron ellos.
Ahora, cuando Payton Manning acaba de anunciar su retirada, el fútbol americano se pone firme y hace el saludo militar ante una de las mayores leyendas que ha visto este deporte.
Al mayor de los Manning le ha sobrado un año de contrato con los Denver Broncos (tras 18 ejemplares temporadas en la NFL) para irse por la puerta grande y con los mayores honores. Es, posiblemente, el único jugador de la Historia para el que tener dos anillos de campeón es la menor de sus estadísticas, aunque, indudablemete, los títulos son el baño de oro obligatorio que cualquier mito debe tener.
Payton es el jugador que más partidos ha ganado, el que más ha jugado, el que más yardas ha lanzado y más touchdowns ha conseguido. Casi todos los récords importantes de este deporte son suyos. Pero con todo ello, Manning no sólo se ha ganado un lugar preferente en los libros, sino también el reconocimiento de todo aquel que le ha acompañado en el campo o le ha sufrido.
Su archienemigo Tom Brady nunca dudó en definirle como el arquetipo del quarterback porque además de su vista de halcón y su brazo de precisión, Manning vivía para su trabajo. Desconectar no era una opción y eso no sólo le hizo diferente, sino que le convirtió en el mejor.
Paradójicamente, tardó más de lo que se pensaba en ser campeón. Después de ser cinco veces el mejor jugador de la liga sus dedos seguían desnudos de anillos. Un retardo traducido en 14 victorias y 13 derrotas en play off.
De hecho, su hermano, Eli, se adelantó con el segundo cuando Peyton aún saboreaba su primero. Los Colts fueron su casa hasta que su maltrecho cuello le hizo estar por debajo del exigente listón que él mismo se había puesto. Aún así, nunca se bajó ni un dólar de su nómina. Siempre tuvo claro cuánto valía su trabajo, tanto como la importancia de ayudar a los que más lo necesitaban.
Hace dos temporadas llegó a Denver con la incertidumbre de saber cuánto le quedaba y como de bien estaría en el último viaje de su carrera. No ha fallado y gracias a un equipo bien armado a su alrededor, ahora tiene la oportunidad de decir adiós siendo campeón. Un broche de oro para un perfeccionista dentro y fuera del campo que gritaba Omaha cambiar de jugada.