La crisis de los refugiados ha alcanzado una magnitud y, sobre todo, se encuentra en una peligrosa situación, fuera de control, que ha obligado a la Unión Europea a tomar medidas sin precedentes. Hasta el momento, las partidas presupuestarias de ayuda humanitaria que han salido de los fondos europeos suelen ser destinados para territorios más allá de los límites del continente, como por ejemplo, Haití, Siria o Ruanda.
Sin embargo, la llegada masiva de refugiados procedentes de Siria a las fronteras mediterráneas plantea un nuevo escenario en el que la ayuda es necesaria para ayudar a los propios países de la alianza europea a asimilar la llegada de miles de personas en una situación desesperada.
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El plan de emergencia aprobado por la Unión Europea cuenta con un presupuesto total de 700 millones de euros que serán dosificados hasta 2018: 300 en este ejercicio y 200 en 2017 y 2018, respectivamente. Los fondos serán gestionados directamente por las agencias colaboradoras como son Cruz Roja y las ONG que trabajan habitualmente con la ONU.
El objetivo de esta ayuda humanitaria es llegar de forma inmediata a los territorios y puntos calientes de la crisis para la activación de operaciones para salvar vidas, con la provisión de sanidad, educación y todo tipo de servicios y materiales que sean necesarios en los campos de refugiados. Dentro de esta nueva operativa humanitaria europea se ha tenido muy en cuenta la especial situación de Grecia. Uno de los socios continentales en los que ha hecho mayor estrago la crisis económica y que, por su situación geográfica, se ha convertido en la principal puerta de entrada de los refugiados a Europa, lo que supone una llegada de más de 2.000 personas diarias. Lo que supone un enorme riesgo de colapso para el país heleno, que ahora recibirá una importante inyección económica para poder gestionar esta catástrofe humana.
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